Dimensiones de la Autoestima
La autoestima afecta al niño en toda su globalidad, para ello, es necesario atender a cada una de las dimensiones que conforman la vida de nuestro/a pequeño/a:
1. Dimensión escolar:
El niño pasa muchas horas en el colegio a lo largo del día, convirtiéndose prácticamente en su segundo hogar. En este caso la autoestima y su rendimiento escolar están estrechamente relacionados y dependerán uno del otro retroalimentándose constantemente. Las relaciones sociales también toman una importancia primordial en este aspecto; el sentirse valorado y aceptado por sus compañeros/as de clase será fundamental para forjarse una buena autoestima dentro del entorno escolar.
Cuidado con los niños/as que sufren trastornos:
En este aspecto es fundamental dar una atención especial a los/as niños/as con algún tipo de trastorno que pueda dificultar su aprendizaje como el Trastornos del Aprendizaje y del Lenguaje o el Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) , ya que tanto niños como mayores, tienden a compara los resultados obtenidos con el resto de sus compañeros/as en vez de comparar las mejoras propias conseguidas a lo largo del tiempo. Padres y profesores tiene un papel fundamental, para que el niño no sufra un empobrecimiento de su propia autoestima como consecuencia del propio trastorno. Sobre todo, los padres deberán evitar que se forje un autoconcepto teniendo en cuenta solo su rendimiento académico y deberán de incentivar otras actividades que se le den bien.
Recordad que los Trastornos del Aprendizaje y del Lenguaje o el TDAH, pueden afectar en gran medida su rendimiento académico, pero son una dificultad transitoria a superar, en ningún caso están relacionados con su capacidad a la hora de estudiar y adquirir conocimientos.
Tened paciencia y mucha confianza en vuestro hijo ¡y trasmitírsela!
Tened paciencia y mucha confianza en vuestro hijo ¡y trasmitírsela!
Cuidado con los niños que sufren algún caso de retraso madurativo
Nos encontramos ante un colectivo especialmente vulnerable. En este caso las comparaciones jamás se deben hacer con niños de su edad o con hermanos, al igual que los niños con trastornos, las comparaciones deben de ser con ellos mismos en diferente momentos de su desarrollo, destacando siempre los avances por pequeños que sean, elogiándoles y reconociendo su esfuerzo, tanto o más que los resultados conseguidos.2. Dimensión familiar:
Los roles dentro de la familia influyen en el comportamiento de cada miembro |
Cuidado con los roles y las etiquetas en la familia:
Dentro de las familias son muy comunes los roles influyendo en gran medida en nuestra autoestima. Dependiendo del rol que nos hayan asignado o que consciente o inconscientemente hayamos propiciado, nos comportaremos de un modo u otro, porque en cierto modo sabemos que todo el mundo espera que nos comportemos así, teniendo un peligro considerable a la hora de atrapar a las personas en determinas comportamientos y conceptos que tengamos sobre nosotros mismos y los demás.Cuidado con las comparaciones:
Cuando oímos que las comparaciones son odiosas, es cierto, y más entre niños; si a esto se suma el parentesco, puedes infravalorar o sobrevalorar erróneamente a las personas. Ten cuidado con lo qué dices y cómo te comportas en presencia del/la niño/a. A veces a los adultos se les olvida que los niños tienen ojos y oídos y que se enteran absolutamente de todo, quizás más que un adulto. No digas lo que a tí no te gustaría escuchar de alguien que realmente te importa lo que piensa.
Cuidado con los mensajes que trasmites a tu hijo/a y tus reacciones:
Ten especial cuidado qué cosas dices a tu hijo y cómo se las dices cuando comete algún fallo, es necesario que el niño reciba una interpretación objetiva que lo que ha ocurrido, no atosigarle demasiado con su error, sobre todo si ha sido algo involuntario, pero sí darle la responsabilidad que le corresponda:
El niño iba con un vaso de agua, se ha tropezado y se le ha caído derramado todo el agua por el suelo.
Ante este hecho podemos reaccionar de diferentes maneras, de un modo agresivo, de un modo pasivo, o lo que es más adecuado, de un modo asertivo.
Actitud agresiva: "siempre haces lo mismo, eres un torpe" "no se te puede mandar hacer nada", "no sirves para nada" etc.
Por muy enfadado que estés nunca debería mandarle este tipo de mensajes, que son agresivos, despectivos e injustos. Como nos toma como ejemplo, es probable que él también reaccione así ante determinadas situaciones.
Actitud pasiva: "bueno hijo, no pasa nada, ahora lo limpio yo"
Debemos de dejar claro al niño que tiene cierta responsabilidad sobre los hechos que ha propiciado, por tanto tampoco es conveniente quitarle importancia, lo único que estamos consiguiendo es sobreprotegerle y que ni se moleste en aprender de la experiencia que acaba de tener.
Actitud asertiva: "has tirado el agua por que no ibas atento, has ido demasiado deprisa sin mirar al suelo y te has tropezado, recuerda que debes prestar más atención e ir más despacio cuando lleves cosas"
Hay que devolverle una interpretación realista en la que él sea el responsable de lo sucedido para que puede corregir en futuras ocasiones. Le damos una visión objetiva de lo sucedido, sin entrar en habilidades personales, ni calificativos despectivos; simplemente describiendo lo que ha ocurrido y dando una solución que el niño pueda llevar a cabo en el futuro.
3. Dimensión respecto a la salud:
Cuidado con los dolores frecuentes:
En muchas ocasiones el niño se suele quejar de dolores repetitivos en la tripa o en la cabeza, éstos pueden estar originados por alteraciones en el estado de ánimo producidas por la ansiedad o depresión, causada a su vez por una pobre autoestima. Este mecanismo terriblemente común en nuestra sociedad tanto en niños como en adultos, se llama somatización, y es cuando los problemas psicológicos se manifiestan en el cuerpo tensionando y por tanto produciendo dolor físico.La baja autoestima y la infelicidad del niño puede causar un empeoramiento en su salud.
4. Dimensión social
Nuestro autocancepto determinará como nos perciben los demás |
Una vez mas nos encontramos ante una dimensión muy importante a la hora de configurar nuestra autoestima, que se retroalimenta constantemente, ya que cómo nos valoremos determinará cómo nos van a valorar los demás, y cómo nos valoren los demás determinará nuestro autoconcepto. Por tanto el niño con un alto grado de habilidades sociales probablemente tenga una buena autoestima, teniendo éxito social y buenas relaciones de verdadera amistad. Respecto a esta dimensión podemos a ayudar a nuestro hijo a tener unas buena habilidades sociales ya que nadie nace aprendido, para ellos debemos de servir de buen ejemplo a la hora de interactuar con otras personas; Reforzando las conductas más adaptativas socialmente; dando instrucciones directamente sobre como se debe de comportar, por ejemplo: respetando turnos, dando las gracias, compartiendo juguetes....
Cuidado con un mal aprendizaje en la habilidades sociales.
5. Dimensión del inconsciente de padres, madres y educadores
Estamos ante la dimensión más desconocida pero no menos importante a la hora de educar a nuestro hijo en una buena autoestima, ya que inconscientemente y sin darnos cuenta, también podemos trasmitirle creencias y mensajes poco afortunados que tenemos tan integrados en nuestro ser, que ya casi forman parte de nosotros mismos, en la mayor parte de los casos son creencias derivadas de situaciones vividas desde nuestra propia familia y en una etapa tan permeable como la niñez. Por ello, nunca está de más, pararnos unos instantes y desde la reflexión cuestionar nuestras propias acciones, opiniones y creencias, cual puede ser el origen de todo esto y lo más importare, si realmente beneficia a nuestro pequeño o por el contrario propiciamos reacciones de nuestro hijo que no queremos ni buscamos. No es más que trasladar lo inconsciente a lo consciente, como un ejercicio fundamental para no trasmitir a nuestros pequeños, los (inseguridades o traumas) de niñez y que aun siguen ahí, quizás enmascarados en acciones, esperando a pasar a la siguiente generación.
Se trata de una reflexión valiente en la que nos cuestionamos cómo porque nos comportamos con nuestros hijos y con el resto de la sociedad de cierta manera.
Se trata de una reflexión valiente en la que nos cuestionamos cómo porque nos comportamos con nuestros hijos y con el resto de la sociedad de cierta manera.
Lo más importante es su felicidad
Es indudable que como madres, padres o educadores, no hay cosa que más deseemos en este mundo que la felicidad de nuestros pequeños. Desde el mismo instante que tenemos a nuestro hijo o hija con nosotros, o incluso antes, ya comenzamos a trabajar en esta ardua tarea de informarnos, educar y propiciarle una buena autoestima, teniendo en cuenta y trabajando todas las áreas que vive el niño.
Sabemos que en nuestro rol como padres y madres nos espera un duro y largo trabajo, pero sobre todo, una inmersa responsabilidad a la hora de educar a esta niño o niña que probablemente culmine en un adulto seguro de si mismo y con una autoestima que le permita conseguir todo lo que se proponga en la vida, en definitiva un adulto feliz, sin inseguridades ni fantasmas, para una sociedad mejor en el que la tolerancia y el respeto empiece por uno mismo.
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